Desde que Christiaan Huygens creara el
espiral en 1675, inspirándose en Galileo, el órgano regulador de todos los
relojes macánicos se ha basado en un sistema de torsión compuesto por volante y
espiral. El muelle espiral, una cinta enroscada de fina aleación de metal, proporciona el par
necesario para que el volante oscile y regule su frecuencia. Con el paso de los siglos, ha
experimentado significativas modificaciones y mejoras. Charles-Edouard
Guillaume (1861-1938), hijo de un relojero suizo, descubrió nuevas aleaciones
(Invar y Elinvar) que reducían en gran medida la sensibilidad térmica del muelle de metal.
Guillaume obtuvo el Premio Nobel de Física por su invento en 1920.
Tras reducirse el reto planteado por la
temperatura gracias a las aleaciones de Guillaume, el sistema de regulación
mediante el espiral pasó a dominar el diseño de los movimientos mecánicos. Sin
embargo, el espiral mecánico adolece de tres graves limitaciones de diseño: una
masa que lo hace sensible a la gravedad y deforma su geometría; un material que
lo hace sensible a la expansión térmica; y una divergencia entre su centro
geométrico y su centro de masa. Todas ellas pueden dar lugar a problemas
isocrónicos que se pueden paliar técnica y físicamente, pero nunca eliminarse
por completo.
Superar las limitaciones de diseño
inherentes al sistema de regulación tradicional al suprimir la necesidad de un
muelle espiral fue el primer desafío que se impuso TAG Heuer Relojes . El segundo era
que el movimiento siguiera siendo mecánico al 100%: la sabiduría relojera
tradicional siempre ha afirmado que un reloj mecánico sin espiral requeriría
ineludiblemente otra fuente de energía para su regulación.